Mi madre y mi padre estudiaron medicina y hasta el día de hoy de ello siguen ejerciendo. Lo mismo sucede con mi tío y su padre, mi abuelo.

Mi tía y mi otro tío estudiaron derecho y también trabajan para el estado. Mi hermano dejó su trabajo de arquitecto para convertirse en profesor de secundaria.

Hay algo en mi familia, un gen debe ser, algo que llegado el momento te saca el funcionario que llevas dentro.

Yo soy autónomo, ya sabes, la oveja negra. Mi madre me manda de vez en cuando noticias con nuevas plazas para oposiciones. El amor de una madre…

No sé si conoces la fábula de la oveja negra de Italo Calvino, te haré un resumen rápido:

Se dice que había un pueblo donde todos eran ladrones.
Cada noche todos salían y robaban en la casa del vecino. Volvían y encontraban su casa desvalijada.
Lejos de cabrearse, todos vivían en armonía, había un equilibro.
Pero este equilibrio lo desestabilizó un hombre honesto que llegó al pueblo. Este hombre en vez de salir a robar, se quedaba en casa a fumar y leer. Venían los ladrones y al ver la luz no entraban. Había roto el equilibrio, una familia se quedaba sin comer.
Entre todos le hicieron entender que eso estaba mal, que también debía robar para que todos pudieran vivir felices.
El hombre al final cedió, pero en vez de robar se iba a pasear y al volver encontraba su casa desvalijada.
En menos de una semana, no tenía dinero ni nada que comer. De igual manera todo se desajustó, ahora había una familia que no era robada y una familia que no podía robar porque no había nada en la casa del honesto.
Se habían creado los ricos y los pobres, y los primeros empezaron a pagar a los segundos para robar por ellos y defender sus posesiones. Instauraron la policía, la cárcel y los contratos.
De esta manera, pocos años después, ya no se hablaba más de robar o de ser robados sino de ricos y pobres. Y, sin embargo, eran todos ladrones.

Volvamos a mi historia.

En las cenas de navidad yo soy el raro porque no he cobrado la extra. Lo bueno es que aquí hablándote puedo sonar familiar.

Seguramente te puedas sentir identificado, si estás aquí es porque tienes un negocio que depende del online, como lo tengo yo.

Empecé a tomar este camino cuando estudié ingeniería informática. Es una carrera que te abre muchas puertas. Podría estar trabajando como mis compañeros de clase en Londres o en Munich, cobrando bastante.

Pero no me apetece, a mí me gusta mi ciudad y me gusta crear cosas de la nada. No digo que trabajar en Bosch no pueda estar bien, digo que no es para mí, igual que para ti, si tienes un negocio, tampoco lo sea.

A mí me gusta crear y ayudar. Ayudarme a mí a ganar dinero y vivir feliz, y ayudarte a ti a generar más ventas por medio de las palabras y las historias.

Tener este gen distinto tiene sus cosas malas, como por ejemplo, tener que pagar la cuota de autónomos.
Y las buenas, poder decidir con quién trabajas, es una de ellas.

A mí me gusta trabajar con gente como yo, que cree en su producto y servicio y solo necesita llevarlo a más gente. Personas con valor y vena emprendedora, que no se conforman con la tranquilidad de un trabajo estable en 14 pagas.

El beneficio más inmediato y más racional será el de tener una persona que entienda lo que vendes, cómo lo quieres vender y te ayude a hacerlo. Pero hay más beneficios, por ejemplo emocionales.

Saber que vas a dejar parte de tu negocio en buenas manos y no en un pseudo gurú es uno de esos beneficios que te hace dormir tranquilo.

¿Sabes lo que le pasó al hombre de la historia del principio que denominamos oveja negra? Murió de hambre al no querer robar.

Tú y yo somos ovejas negras, pero no queremos morir de hambre, así que la única manera de hacerlo en este mundo es vender. En el mundo de la historía es robar, en el nuestro vender.

Si piensas igual te dejo un formulario para contactarme y empezar a trabajar juntos.

Pablo.